Rayuela |
Entonces te seguía de mala gana, encontrándote
petulante y malcriada, hasta que te cansaste de no estar cansada y nos metimos
en un café del Boul’Mich’ y de golpe, entre dos medialunas, me contaste un gran
pedazo de tu vida Cómo podía yo sospechar que aquello que parecía tan mentira
era verdadero, un Figari con violetas de anochecer, con caras lívidas, con
hambre y golpes en los rincones.
Más tarde te creí, más tarde hubo razones,
hubo madame Léonie que mirándome la mano que había dormido con tus senos me repitió
casi tus mismas palabras. «Ella sufre en alguna parte. Siempre ha sufrido. Es
muy alegre, adora el amarillo, su pájaro es el mirlo, su hora la noche, su
puente el Pont des Arts.» (Una pinaza color borravino, Maga, y por qué no nos
habremos ido en ella cuando todavía era tiempo.)
Y mirá que apenas nos conocíamos
y ya la vida urdía lo necesario para desencontrarnos minuciosamente. Como no sabías
disimular me di cuenta en seguida de que para verte como yo quería era necesario
empezar por cerrar los ojos, y entonces primero cosas como estrellas amarillas
(moviéndose en una jalea de terciopelo), luego saltos rojos del humor y de las
horas, ingreso paulatino en un mundo-Maga que era la torpeza y la confusión
pero también helechos con la firma de la araña Klee, el circo Miró, los espejos
de ceniza Vieira da Silva, un mundo donde te movías como un caballo de ajedrez
que se moviera como una torre que se moviera como un alfil.
http://es.wikipedia.org/wiki/Julio_Cort%C3%A1zar
http://es.wikipedia.org/wiki/Julio_Cort%C3%A1zar