Se cuenta que a pedido de Diego
Carrillo de Mendoza y Pimentel, marqués de Gelves y virrey de la Nueva España,
un mercader trajo desde Filipinas una jovencita indostana para que estuviera al
servicio personal del virrey.
Esta niña, llamada Mirra, fue
raptada por piratas portugueses y llevada a Cochin, en el sur de la India. En
este lugar, escapó de sus raptores y se refugió en una misión jesuítica, donde
fue bautizada con el nombre de Catarina de San Juan.
Mirra fue raptada nuevamente por piratas,
y en Manila la entregaron a quien después la llevó a la Nueva España. Pero
habiendo desembarcado en el puerto de Acapulco, no la entregaron al marqués de
Gelves, sino que el mercader la vendió como esclava al poblano Miguel de Sosa por
diez veces el valor que el virrey había prometido por ella.
Catarina de San Juan, o Mirra,
siguió vistiendo a la manera de su India natal, embozada, con un sarí que le
cubría el cuerpo completo. Se dice que esta manera de vestir fue la que dio
origen al traje de china. Unos pocos años después de su llegada, Miguel de Sosa
murió, dejando en su testamento la orden de liberar a la esclava.
Fue recogida en un convento,
donde se dice que comenzó a tener visiones de la Virgen María y el Niño Jesús.
Catarina de San Juan murió el 5 de enero de 1688 a la edad de ochenta y dos
años.
En Puebla de los Ángeles se le
rendía veneración como santa, hasta que en 1691 la Santa Inquisición debió
prohibir las devociones populares. En la actualidad, el Templo de la Compañía,
en Puebla, es conocido como La Tumba de la China Poblana, puesto que en su
sacristía reposan los restos mortales de Catarina de San Juan.