Había una vez un hombre llamado Moyut. Vivía en
una aldea en la que había obtenido un puesto como pequeño funcionario y parecía
muy probable que fuese a terminar sus días como inspector de pesas y medidas.
Una tarde, cuando estaba caminando por los jardines de un viejo edificio cerca
de su casa, el Jádir -misterioso guía de los sufíes- se le apareció vestido con
una túnica de brillante verde. Moyut se encontró con el Jádir y el Jádir le
dijo:
-Hombre de brillantes perspectivas,
deja tu trabajo y encuéntrame junto a la ribera del río dentro de tres días.
Y desapareció.
Moyut fue a ver a su superior,
conmovido por este encuentro, y le dijo que tenía que partir. Todo el mundo en
la aldea se enteró pronto de esta decisión, y dijeron: "Pobre Moyut, se ha
vuelto loco". Pero como había muchos candidatos para su puesto no tardaron
en olvidarlo. En el día señalado Moyut se encontró con el Jádir, quien le dijo:
-Quítate las ropas y arrójate al
río. Quizás alguien te salvará.
Moyut lo hizo sin hesitar, aunque
se preguntaba si se había vuelto loco. Puesto que sabía nadar no se hundió,
pero fue arrastrado por las aguas largamente antes de que un pescador lo
hiciera subir a su bote y le dijera:
-Hombre loco, la corriente es muy
fuerte, ¿qué estás tratando de hacer?
Moyut dijo:
-Realmente no lo sé.
-Estás loco -dijo el pescador-,
pero te llevaré a mi cabaña junto al río, y veremos qué puedo hacer por ti.
Cuando el pescador descubrió que
Moyut hablaba bien, aprendió de él a leer y a escribir. En cambio le dio
alimento y un lugar donde habitar. Moyut ayudaba al pescador en su trabajo.
Después de unos pocos meses el Jádir volvió a aparecer, esta vez al pie de la
cama de Moyut, y le dijo:
-Levántate y deja a este pescador.
Ya veremos qué se hace contigo.
Moyut salió inmediatamente de la
cabaña, se vistió como pescador y vagabundeó hasta llegar a una carretera.
Cuando se hizo el día vio a un agricultor en un burro en su camino hacia el
mercado.
-¿Buscas trabajo? -le preguntó el agricultor-,
porque necesito a un hombre que me ayude para traer de vuelta algunas compras
que debo hacer.
Moyut lo siguió. Trabajó para el
agricultor durante casi dos años, tiempo en el cual aprendió bastante sobre
agricultura, pero sobre ninguna otra cosa. Un atardecer, mientras estaba
limpiando algodón, se le apareció el Jádir y le dijo:
-Deja este trabajo, ve a la ciudad
de Mosul y usa los ahorros para convertirte en un mercader de pieles.
Moyut obedeció. En Mosul se hizo
conocido como mercader de pieles y no volvió a ver al Jádir durante tres años.
Había ahorrado una suma considerable de dinero y estaba pensando en comprar una
casa, cuando el Jádir volvió a aparecérsele y le dijo:
-Dame tu dinero. Vete de esta
ciudad. Ve tan lejos como Samarkanda, y trabaja allí como almacenero.
Moyut lo hizo. En realidad empezó a
mostrar signos bastante ciertos de iluminación. Curaba a los enfermos, servía a
sus conciudadanos y durante su tiempo libre notaba que los misterios se iban
profundizando en él cada vez más acentuadamente. Filósofos, hombres de
negocios, lo visitaban y le preguntaban:
-¿Con quién estudiaste?
-Es difícil decirlo -contestaba
Moyut.
Sus discípulos le preguntaban:
-¿Cómo empezaste tu carrera?
Él decía:
-Como un pequeño funcionario.
-¿Y la abandonaste para dedicarte a
la mortificación?
-No. Simplemente la abandoné -decía
Moyut.
Y sus discípulos no lo entendían.
La gente se le acercaba para escribir la historia de su vida.
-¿Qué has sido en tu vida? -le
preguntaban.
-Salté a un río, me convertí en
pescador; después me fui de una cabaña en la mitad de una noche; después de
esto me volví agricultor, y mientras estaba limpiando algodón cambié y fui a
Mosul, donde me convertí en un mercader en pieles. Ahorré algún dinero allí,
pero lo dejé, y después vine a Samarkanda y trabajé como almacenero. Y aquí es
donde estoy ahora.
-Pero esta conducta inexplicable no
ilumina para nada tus dones tan extraños y tus ejemplos maravillosos, decían
los biógrafos.
-Así es -decía Moyut.
De tal suerte, los biógrafos
organizaron para Moyut una historia muy excitante y maravillosa, porque todos
los santos deben tener su historia, y la historia debe estar de acuerdo con el
apetito del oyente, no con las realidades de la vida. Y nadie puede hablar del
Jádir directamente. Tal es la razón por la cual esa historia no es cierta. Es
una representación de la vida. Esta es la verdadera vida de uno de los más
grandes sufíes.